Tiempo Oviedo

Historia de Oviedo

Oviedo
Fundada el año 761 sobre la colina Ovetao, la ciudad empezó a crecer alrededor del monasterio de San Vicente construido por el abad Fromestano -o Frómista-, considerándose a Fruela I como el primer monarca que impulsó el crecimiento de Oviedo. No obstante . Alfonso .
A Alfonso II se deben obras tan importantes como la Cámara Santa, San Julián de los Prados -o Santullano- y Santa María de Bendones. Otros reyes que contribuyeron a configurar la ciudad de Oviedo y potenciaron la arquitectura en Asturias fueron: Ramiro I, que hizo construir el templo de San Miguel de Lillo, la iglesia de Santa María del Naranco -antiguo palacio o aula regia- y Santa Cristina, en el concejo de Lena; y Alfonso III el Magno, durante cuyo reinado fueron construidas las iglesias de Santo Adriano de Tuñón y San Salvador de Valdediós, así como la fuente , en Oviedo.
Cuando Alfonso IV establece la corte de su reinado en León, se oscurece la otrora rutilante estrella ciudadana de Oviedo. Alfonso VI le otorga Fuero municipal y Alfonso VII la convierte en ciudad libre. Pero su protagonismo queda desplazado y la ciudad ovetense va creciendo históricamente de forma, en cierta medida, anónima. No obstante, no deja de desempeñar un papel de cierta importancia, especialmente en las vertientes religiosa y artística, a lo largo de la Edad Media. Es muy importante para Oviedo el hecho de que en su Arca Santa se fuesen acumulando durante el Medievo numerosos tesoros y reliquias. Hitos de relieve dentro de la historia de Oviedo son la construcción de la Catedral -iniciada a finales del siglo XIV- y -en el XVII- la fundación de la Universidad
Etapa romana: En julio de 2008 ha aparecido, en la medianera de dos de los edificios afectados por la reforma de ampliación del Museo de Bellas Artes de Asturias, inmediata a la calle de la Rúa, una estructura hidráulica, alargada, con orientación O-E, que consta de un manantial -por el que, en su día, afloraría el agua a presión-; un receptáculo cuadrado, tallado en la roca, donde se supone se hallaría algún tipo de estructura de piedra, a fin de realzar el afloramiento del agua; un canal, provisto de un caño de piedra para recoger el líquido -de magnífica talla, en gran formato muy bien conservado-; y, por último, un canal de desagüe, del que se conservan unos 8,5 m. Estos elementos se encuentran circundados, por los lados N. y S., por una especie de deambulatorios, de alrededor de 1,5 m. de anchura. Todo lo conservado se encuentra realizado directamente en la roca, cajeada y tallada a fin de conformar todos y cada uno de los elementos citados, excepto el caño, alcanzando unas dimensiones totales de unos 4 (N-S) x 12 (O-E) metros.La datación de esta estructura en el s. IV, ha llevado a especular acerca de la posible existencia de la ciudad en época romana. Acerca de esta posibilidad, nunca ignorada por ninguno de los investigadores de la historia ovetense, hay que decir que, no obstante la presencia de elementos arquitectónicos de clara raigambre romana, sobre todo en los edificios situados al S. de San Salvador: sistema de cimentación a base de grandes bloques de piedra -zarpas-, umbrales pétreos de carácter romano, presentes también en Mérida y Julióbriga, sorprende la total ausencia de materiales característicos de la concreta época histórica de ocupación romana, en lo que es el núcleo de la ciudad medieval: cerámica sigilata, lámparas, monedas...Todo ello, indica, en principio, la continuidad de los usos, técnicas y materiales constructivos en una época -la altomedieval-, posterior a la desaparición del modo de vida romano.Ahora bien, la población del lugar en época romana está asegurada -ya lo estaba con anterioridad al hallazgo de la fuente-, debido a la indudable presencia romana en los alrededores de la ciudad: villa excavada en el lugar de Las Murias de Paraxuga (facultad de Medicina), restos romanos de Fitoria, Villamejil; topónimos correspondientes a posesores de villas: Constante (en el lugar donde, en el s. IX, Ramiro I construyó Santa María de Naranco, en cuyo altar se señala el hecho de la restauración de una morada consumida por su antigüedad), Villamorsén, Loriana. Vidayán, Lúgido, etc. Pero esto no indica necesariamente la existencia de una ciudad. De hecho, no se han hallado trazas de urbanismo romano en Oviedo. Por otra parte, nosotros venimos defendiendo, desde 1993 al hablar de los accesos de Foncalada, que las calles que forman el eje vertebral N-S de la ciudad medieval: Cimadevilla-Rúa-San Juan -desde donde se accedía a Foncalada-, se corresponden con la vía romana que desde Legio (León), se dirigía a Gigia (Gijón), y que, inmediata a la ciudad medieval (antigua calle de Traslacerca actual Jovellanos), se cruzaba con otra, de trazado E-O, que enlazaba el centro con los extremos oriental y occidental de la región.Es, por tanto, perfectamente factible que, según los usos de la época, a la orilla de la vía, y aprovechando la presencia de un manantial, se situase una, o varias, fuentes, donde, además, y siempre de acuerdo con los ritos religiosos vigentes en la época de la Tardo-Antigüedad, se rindiera culto a las aguas -como así parece, además, atestigüarlo el topónimo, prerromano, Ouetdao (de Oue, agua y tdao=tao, alto), que vendría a significar "colina del agua". Ello, aunque evidentemente implica poblamiento, no conlleva necesariamente la existencia de una ciudad, y sí, probablemente, la de un tipo de establecimiento, de tipo evergético-religioso, aprovechando la necesaria atención debida a los usuarios de la vía de comunicación.
Etapa fundacional: es la históricamente más oscura. En 761 se fundó, al parecer, una comunidad monástica consagrada a San Vicente levita y mártir en el lugar ya de antiguo conocido como Ouetdao. Al respecto es interesante reseñar cómo, para su fundación -llegada hasta nosotros en un documento tardío-, posiblemente se aprovechasen estructuras anteriores abandonadas (de hecho, en el documento fundacional, otorgado expresamente 20 años después de la llegada de los monjes al lugar, se alude con insistencia a que éste se encontraba despoblado y "hecho monte", lo que invita a pensar en la pretensión de los monjes de adquirirlo mediante la conocida figura del derecho romano conocida como Usucapio, o prescripción adquisitiva de la propiedad). Con anterioridad a su asesinato en 768, a manos de sus primos, el rey Fruela I funda una basílica consagrada al Salvador y a los doce apóstoles, y otra consagrada a los santos Julián y Basilisa. Estos dos hechos, han sido tratados como independientes por la tradición histórica, pero han de estar necesariamente conectados, pues no parece en absoluto casual, que la fundación por parte de unos particulares de un supuesto "monasterio", coincida con una fundación de patrocinio regio que, por su importancia, sólo puede tener como destino la creación de una sede episcopal. Los intereses dinásticos de la familia de Pedro, duque de Cantabria, enfrentada a la de Pelayo, unidos a los propios anhelos de independencia de los monjes de San Vicente respecto de la sede catedralicia, fructificaron en la tradición, según la cual, el monasterio de San Vicente sería la primera fundación en el solar de la futura ciudad.
Etapa de Alfonso II, la "Ciuitas Episcopal": Tras el asesinato de Fruela I, sus sucesores pierden el interés por el naciente enclave, volviendo en principio a la antigua "capital" de Cangas de Onís, desplazándose luego en función de sus propios intereses raíces, primero al valle del alto Nalón (Aurelio I), y posteriormente al enclave costero de Pravia (Silo). A la muerte de Silo, casado a la sazón con Adosinda, hermana de Fruela I, ésta, en unión de sus parciales, nombran rey a Alfonso II (hijo de Fruela I y de la alavesa Munia), y sobrino suyo. Éste, desplazado de Asturias por su tío Mauregato, que se apodera tiránicamente del trono, se ve imposibilitado, momentáneamente, de continuar la obra de su padre. En 789, a la muerte de Mauregato, será Bermudo, nieto de Pedro de Cantabria, quien ocupe el trono. Sin embargo, éste se ve obligado a abdicar, tras una estrepitosa derrota frente a los musulmanes a orillas del río Burbia, en 791.Con el regreso al trono de Alfonso II, éste, según demuestran los hechos, retoma el proyecto de su padre relativo a la creación de una sede episcopal en Oviedo. A tales efectos, entre los años 791 y 812, restaura la basílica del Salvador, construida por su padre, acrecentándola, y añadiéndole por el norte una segunda basílica, dedicada a Santa María, y por el sur, una iglesia martirial, consagrada a San Tirso. Estos tres edificios se organizan en iglesia catedral, con diferentes funciones litúrgicas, perteneciendo al modelo conocido como "Catedral doble", o "Grupo catedralicio", por organizarse en dos o más iglesias. Estos templos, con sus edificios de servicio para la vida comunitaria, dotados de abastecimiento de agua, y rodeados por un muro, fueron donados a la Catedral del Salvador y a su obispo Adaulfo, por Alfonso II en el año 812, estableciéndose así la primera organización urbana de Oviedo: la Civitas Espiscopal.Además, el rey construyó para sí una villa suburbana (donde residiría, con total seguridad, a partir de 812), al nordeste de Oviedo, que comprendía sus palacios, además de un monasterio y la iglesia de los santos Julián y Basilisa.
Etapa de Alfonso III, la "Ciuitas Regia":
tras la muerte de Alfonso II, sin sucesión, se desata de nuevo la guerra civíl entre los partidarios de Nepociano (perteneciente a la familia alavesa del rey), y el hijo de Bermudo I, Ramiro, quien finalmente triunfa, aunque sus ocho años de reinado se caracterizan por el continuo temor a las conjuras de los familiares de Alfonso II, y la sistemática persecución y exterminio a que somete a éstos. Las crónicas asturianas, que elogian las obras arquitectónicas levantadas por Ramiro I en la villa regia construída por éste en la falda del monte Naranco (Naurantium), silencian sin embargo cualquier actividad edilicia en Oviedo, lo que ha llevado, a no pocos historiadores, a considerar incluso un abandono de la ciudad.Sin embargo, su nieto Alfonso III, consta epigráfica y diplomáticamente, como realizador de importantes obras edilicias en Oviedo: una torre-fortaleza, donada a la catedral del Salvador, en la civitas episcopal, y, extramuros de la misma, al noroeste, su propio palacio, calificado como "magno", así como un fuerte castillo urbano, seguramente articulado con una nueva muralla, que englobó y amplió, sobre todo por el sur y el oeste, a la antigua ciudad episcopal.
Fuentes.




Las cuevas de La Lluera I y II, cerca de Priorio; la de Las Caldas; el abrigo de La Viña en La Manzaneda, o el pico Berrubia, cerca de Les Escobadielles, en Olloniego, declarados Bienes de Interés Cultural (zonas arqueológicas), prueban la prehistórica presencia del hombre en tierras ovetenses. Primero, se asentaron en las cercanías de los cauces fluviales, importantes como el Nalón o más modestos como el Gafo, arroyo de Vaqueros, reguero de Quintes, etc. Más tarde (Paleolítico Superior), ante la rigurosidad del clima, se alojaron en cuevas, dejando vestigios de su vida diaria (comida, arte mobiliar y parietal). El abrigo de La Lluera I (solutrense) enseña, grabado en las paredes, un gran e interesante número de figuras animales (caballos, uros, ciervas, cabras...), especialmente en la llamada Gran Hornacina de la pared izquierda; en el de La Lluera II (próximo a la I), por el contrario, los muros presentan signos más bien triangulares, interpretados como símbolos sexuales femeninos. La cueva de la Viña, en pared exterior de aproximadamente veinte metros, expone un buen número de grabados a buril, como ciervos, bóvidos, caballos o vulvas; la representación de un caballo en un hueso recortado y grabado por las dos caras es un destacadísimo hallazgo correspondiente al arte mueble. Más adelantados en el tiempo son los petroglifos (grabados sobre piedra obtenidos por descascaramiento o percusión) del pico Berrubia.
José Manuel González, investigador comprometido con la antigüedad ovetense, halló en este término municipal 16 castros, dispersos casi por todo el territorio, pero, mayormente, focalizados en los valles del Nalón, Nora y Trubia y en las partes inferiores del monte Naranco; todos ellos eligieron un asentamiento idóneo en cuanto visión del terreno y a su defensa, completada con taludes, muros y fosos. En estos poblados había una organización social más compleja. Mientras unos parecen remontarse a época prerromana, otros tal vez se hayan erigido en época romana. Lo cierto es que llegaron a coincidir en el tiempo con las villae romanas.
Y, como no podía ser de otra manera, la ciudad de Oviedo tuvo un principio. En el siglo VIII un presbítero llamado Máximo llega a la colina Ovetus en compañía de sus servidores y elige como retiro espiritual un lugar solitario, sin dueño y lleno de maleza. Posteriormente, ya junto con su tío, el abad Fromestano, y tras haber allanado y desbrozado el terreno, procede a la erección de un convento en honor a San Vicente, a partir del cual nace la ciudad de Oviedo el 25 de noviembre del año 761. Más tarde se incorporarían el también presbítero Montano y unos veinticinco miembros más de la Orden. La capital empezaría a dar sus primeros pasos a partir del asentamiento de colonos en torno a dicho monasterio. El rey Fruela I (757-768) ordenó construir, en las cercanías del convento, un templo bajo la advocación del Salvador y un palacio, en el que se refugiaba para descansar y donde vino al mundo su hijo Alfonso II, el Casto, quien no sube al trono, por diversos contratiempos, hasta el año 791, casi tres lustros después de la muerte de su progenitor. Este monarca dispuso el traslado de la Corte de Cangas de Onís a Oviedo —que se afianza como tal en el año 794— y comienza a imprimirle personalidad urbana, contribuyendo a su engrandecimiento. Alfonso II (791-842) ordena la erección, sobre el lugar ocupado por la anterior, de una nueva basílica consagrada al Salvador y a los doce Apóstoles, punto de partida de la presente Catedral y sustituta de la que se había levantado por decisión de su padre, arruinada por las acometidas de los árabes entre los años 794 y 795. En el año 808, tal vez para recordar la consagración del nuevo templo, Alfonso II dona a la Catedral de Oviedo la Cruz de los Angeles, escudo de Oviedo y la diócesis, y una de las joyas de la Cámara Santa catedralicia. Bajo su reinado, la posterior construcción de varios palacios, iglesias (Santa María, con el Panteón Real, San Tirso y la Cámara Santa) giró alrededor de esta basílica, a la que transformó en un importante foco de atracción para el mundo cristiano del norte. En el capítulo de las infraestructuras le cabe el mérito de equipar, con un acueducto para el suministro del agua y la correspondiente muralla defensiva, este conjunto arquitectónico, en torno al cual irán surgiendo modestos barrios poblados por servidumbre, artesanos, soldados y gentes de otras ocupaciones, que dinamizan el acontecer diario del primer núcleo urbano. En cambio, la iglesia de San Julián, que aún hoy mantiene una buena parte de su personalidad original, se elevó algo alejada del mismo, al norte, superando escasamente el kilómetro de distancia.
Tras la muerte en el año 842 de Alfonso II, le sucede Ramiro I (842-850), a quien se debe la erección en el monte Naranco de la iglesia de Santa María. Este monarca, como a continuación Ordoño I y Alfonso III el Magno (866-910), mantienen la Corte en Oviedo, lo que ayuda a su crecimiento urbanístico y a su florecimiento arquitectónico.
Alfonso III, político experimentado y militar brillante, quien junto con su esposa Ximena ofrece a San Salvador la Cruz de la Victoria —tallada en el castillo de Gozón y hoy integrante de la bandera del Principado—, renuncia a la soberanía del expansionado reino —que se extiende ya por Asturias, León y Galicia— en favor de sus hijos ante la insurrección, en el año 910, de uno de ellos, García —quien marcha a León—, y las presiones familiares. Pero antes de todos estos hechos Alfonso III había aportado a la ciudad nobles construcciones, entre ellas la superviviente fuente de Foncalada, a la que la Unesco declaró en 1998 Patrimonio de la Humanidad. El Reino asturiano entonces se disgrega, transformándose en tres señoríos: el de Oviedo va a parar a Fruela II; el de León, gobernado por García, y el de Galicia, por Ordoño. Al recibir Alfonso IV, en el año 931, los estados de Asturias —recordemos que Fruela II había heredado el trono leonés tras la muerte de sus hermanos—, la Corte se traslada definitivamente a León. Oviedo y con él el Reino de Asturias ceden el protagonismo a León. No obstante, los reyes visitan de vez en cuando tierras astures y acuden a la iglesia de San Salvador, que durante el s. XI se convierte, al igual que sucede con la de Santiago de Compostela, en un lugar de peregrinaje muy importante, cuyo efectos se dejan sentir en la vida urbana, que cobra nuevos bríos. En el año 1075 Alfonso VI viene a Oviedo, con una comitiva real en la que figura el famoso Cid Campeador, Rodrigo Díaz de Vivar, y otorga a la ciudad los primeros Fueros, ahora desaparecidos, que luego corrobora y aumenta Alfonso VII, su nieto. Más tarde regala el palacio edificado por Alfonso III a fin de transformarlo en el hospital de San Juan, entregado a la atención de pobres y peregrinos.
Siguiendo el periplo histórico, hay que adentrarse en el s. XII y detenerse en sus comienzos para hacer referencia al obispo Pelayo, figura eclesiástica relevante, en cuyo tiempo de mandato se alumbró el Libro de los Testamentos, uno de los mejores exponentes de la pintura románica. Es en esta centuria cuando se llevan a cabo trabajos en la iglesia del Salvador y en lo que hoy se conoce como Cámara Santa y antiguamente capilla de San Miguel.
La profunda religiosidad popular de estos años intensifica las peregrinaciones; y con ello va afianzándose un activo componente burgués que extiende sus tentáculos a los tres pilares básicos en que se apoya todo el empuje, toda la pujanza de la urbe: el comercio, la artesanía y el mercado.
Uno de los acontecimientos trascendentes que se producen por entonces es la concesión efectuada por Alfonso VII a Oviedo, en 1145, del Fuero, que, según la opinión experta de Juan Ignacio Ruiz de la Peña, señala el paso de la «ciudad episcopal a la «ciudad mercado», y la «confirmación y consolidación del "concejo" o asamblea vecinal frente al poder eclesiástico y nobiliario» (Javier Rodríguez Muñoz). El Fuero, que confirma a Oviedo como ciudad de realengo, establece varias disposiciones, sobresaliendo entre ellas la concesión del estatuto de ciudadanos libres a cuantos fijasen su residencia en la urbe, o la exención a los ovetenses del abono de tributos por la circulación de mercancías entre el mar y León. A pesar de todo, la Iglesia mantendrá, en época medieval, gran influencia a nivel social, político y económico; de ahí que las disputas entre los poderes político y eclesiástico estuviesen a la orden del día.
Con el rey Alfonso IX, Oviedo asiste a la regularización del régimen municipal, y a otras medidas sin duda beneficiosas, como la entrega a la ciudad del alfoz de Nora a Nora, la erección de un recinto amurallado que no se culminaría hasta tiempos de Alfonso X, o la concesión del mercado semanal a celebrar los lunes, cuyo cambio a los jueves fue una decisión de los Reyes Católicos.
Con el transcurrir del s. XIV se hace evidente que la Catedral no tiene capacidad para acoger el gran número de peregrinos que la visitan movidos por la devoción y las indulgencias que se otorgaban. Por tanto, en el último cuarto de la centuria dan inicio las obras para la erección de una nueva capilla mayor; en el siglo XV continúan las mismas, aunque esta vez para la construcción de pórtico, naves y capillas. Pero lo cierto es que la Catedral siempre pasó por remodelaciones y ampliaciones.
El rey Juan I, en 1388, funda el Principado de Asturias, título inaugurado por el infante don Enrique, hijo de aquél, y que desde entonces corresponderá a los sucesores a la Corona; Oviedo se convierte, entonces, en la capital del Principado. Al tiempo surgía la Junta General del Principado, institución de derecho público que como Junta de Concejos funcionó con carácter permanente en el Principado de Asturias desde mediados del siglo XV hasta 1834, año en que se dio paso a las Diputaciones Provinciales. Pues bien, dicha Junta, que regula sus sesiones cuando el s. XV llega a su fin, se reunía en la sala capitular de la Catedral. Oviedo es ya por entonces y lo será hasta hoy protagonista o parte interesada y/o afectada en los acontecimientos de toda índole que se produzcan en lo sucesivo. Como sería imposible enumerarlos todos, se seleccionan algunos de los más significativos.
Dos sucesos quedan para el triste recuerdo: uno, en la nochebuena de 1521, cuando un incendio se inicia en la calle Cimadevilla y se prolonga por el casco histórico provocando cuantiosos perjuicios en las casas, dado que éstas se construían básicamente con madera. El otro despidió fatídicamente el siglo XVI: en 1598 y 1599, una epidemia de peste, junto a la nada recomendable compañía del hambre, segó gran cantidad de vidas.
Sin embargo, el s. XVII comenzó con buen pie: el feliz alumbramiento de la Universidad, cuya creación se debe a la decisión fundacional del asturiano Fernando de Valdés Salas, Arzobispo de Sevilla, Gran Inquisidor General, Presidente del Consejo de Castilla y redactor del Indice de libros prohibidos (1558), expresada en su testamento y puesta en ejecución cuarenta años después de su muerte, acaecida en 1568. Efectivamente, después de haberse expedido la Bula de erección por el Papa Gregorio XIII, el 15 de octubre de 1574, confirmada por Real Cédula de Felipe III, de fecha 18 de mayo de 1604, la Universidad de Oviedo inició sus actividades en la calle San Francisco el 21 de septiembre de 1608. Los estudios que impartía inicialmente se encuadraban en las Facultades de Artes, Teología, Cánones y Leyes, que acogían a menos de un centenar de estudiantes —concretamente, 57.
El Oviedo de la Edad Moderna, como afirma el historiador Javier Rodríguez Muñoz, «se convierte en el centro político del Principado y lugar inexcusable para quien quiera seguir de cerca la actividad pública. Allí reside el gobernador, corregidor o regente, y se reúne la Junta General».
Un breve repaso al siglo XIX trae a la memoria, por ejemplo, que Oviedo fue la primera de las capitales de provincia en declarar la guerra a Napoleón, determinación que toma la Junta General del Principado en la noche del 23 al 24 de mayo de 1808, obligada por la presión popular. Las intrusas tropas francesas fueron rechazadas, tras tener sometida la ciudad durante un año. Los carlistas hacen acto de presencia en 1833 y sobre todo en 1836, año en que Oviedo es tomado efímeramente por la columna del general Gómez en el mes de julio, aunque hay que decir que las operaciones del carlista Sanz tuvieron mayor virulencia; la resistencia de los ovetenses explica el calificativo de «Benemérita» que figura en el escudo de la ciudad. Otras fechas señaladas son: 1854, año de fuerte tensión política que propició la aparición del Manifiesto del Hambre, del marqués de Camposagrado, o la del 12 de noviembre de 1873, correspondiente a la proclamación, sin incidencias, de la I República en Oviedo, tan sólo un día después de que la validaran las Cortes en Madrid.
Ya en este siglo, hay que referirse a los sucesos bélicos que tienen lugar durante la revolución de octubre de 1934, protagonizada por los mineros de la Cuenca —descontentos con sus miserables condiciones de vida—, que dejan asolada buena parte de la ciudad; resultan incendiados, entre otros edificios, el de la Universidad, cuya biblioteca guardaba fondos bibliográficos de extraordinario valor que no se pudieron recuperar. La Cámara Santa, por su parte, fue dinamitada.
A causa de la guerra civil desatada en 1936, la capital, que se suma al denominado Alzamiento del 18 de julio, con el coronel Aranda encabezándolo, resiste largo tiempo el cerco al que la someten tropas de la entonces vigente República, del que sale prácticamente convertida en un montón de escombros: tres cuartas partes del caserío se vinieron abajo durante ambos conflictos. A partir de 1941 la ciudad comienza a resurgir de sus cenizas una vez que se acoge al Plan de Urbanización o de Reconstrucción Nacional de Valentín Gamazo, dominado por la ideología de aquel tiempo que aspira a crear una ciudad «orgánica, completa y cerrada». En 1955 se consigue para el casco antiguo su declaración de zona monumental. Tras una prolongada etapa franquista, llegan las primeras elecciones democráticas, celebradas el 3 de abril de 1979.
El 24 de septiembre de 1980 se asiste a la gestación de la Fundación Principado de Asturias, que, además de buscar un cálido y permanente contacto con el heredero de la Corona, se ha marcado como objetivo, con los Premios Príncipe de Asturias por ella instituidos en 1981, ensalzar los valores humanos y científicos que sirvan para estrechar lazos entre todos los pueblos del mundo, con especial querencia hacia la comunidad iberoamericana. El Teatro Campoamor, cada año por el mes de octubre, reúne a deslumbrantes personalidades para premiar a los distinguidos en 8 apartados: Comunicación y Humanidades, Investigación Científica y Técnica, Artes, Letras, Ciencias Sociales, Cooperación Internacional, de la Concordia y Deportes.
En 1992, con Gabino de Lorenzo como alcalde-presidente del Ilmo. Ayuntamiento de Oviedo, se inaugura un Plan de Obras que remodela edificios, plazas públicas, peatonaliza el casco antiguo y algunas calles del ensanche.... Estos planes de choque aún continúan, tutelados por el mismo y máximo regidor ovetense.
(Bibl.: Javier Rodríguez Muñoz, «El concejo de Oviedo», en Asturias a través de sus concejos, Ed. Prensa Asturiana, 1998; Gran Enciclopedia Asturiana, varios tomos, Gijón.)


Fuente: http://www.vivirasturias.com/



Mas sobre la historia de Oviedo.
Oviedo es la capital del Principado de Asturias. Entre sus atracciones turísticas podemos mencionar sus barrios viejos, la catedral y su cámara sagrada, el Teatro de Campoamor, lugar de muchos eventos culturales: la ópera, las fiestas de música, los ciclos de película, las exposiciones, los premios Príncipe de Asturias, y el Auditorio Príncipe Philip, entre otros. De la herencia impresionante sobresaliente, podemos mencionar a Santa María Naranco, de Lillo y San Julián de San Miguel de Prados de los cuales fueron declarados "Patrimonio del Mundo" por la UNESCO.

El cumpleaños de Oviedo fue documentado en el año 761, cuando Presbyter Máximo y su tío, Abbot Fromestano, y un grupo de siervos escogieron una colina conocida como Oveto y construyeron una basílica dedicada a San Vicente. Veinte años después, Presbyter Montano y 25 más monjes, fundaron el monasterio de San Vicente sobre el solar donde el edificio viejo se queda dedicado al museo arqueológico de Asturias, hoy. En aquellos días, el Rey Fruela I fundó la primera iglesia dedicada al Salvador y un palacio. El supuesto Rey Chaste, Alfonso II suministraron la ciudad con algunas iglesias y un palacio, algunas construcciones defensivas y un acueducto. También fundó su tribunal ahí y fundó un obispado. Después de la muerte de Alfonso III en 910, el tribunal se mudó a León, pero Oviedo se quedaba con el obispado.

Éstos eran los años del fervor religioso y, alimentado por la peregrinación el movimiento, una clase burguesa desarrollada promovió el comercio, los artes y el mercado de elementos básicos para el desarrollo de un pueblo que también era rodeado por una muro. Durante la Edad Media, las peregrinaciones para San Salvador continuaron siendo el motor de la vida en Oviedo, especialmente en el mes de Septiembre con la celebración y las ceremonias del perdón. Durante los siglos XVI y XVII algunas iniciativas sociales, culturales y religiosas tenían para encontrar el espacio para su desarrollo fuera de las muroes de ciudad: el convento de Santo Domingo (1518), el edificio de la universidad (1608), la municipalidad....

El siglo XIX trae a la mente el alzamiento contra los franceses en 1808. Éstos eran los eventos de una naturaleza política que no afectó el desarrollo de pueblo en Oviedo. Los otros eventos afectaron este desarrollo: la designación de la ciudad como la capital de la provincia de Asturias; el embargo de la Iglesia de las Naciones, que liberó una grande cantidad de personas en la región que había estado en manos de la iglesia y los monasterios; el establecimiento de la fábrica de armas y las otras industrias fabriles. Luego, fue necesario superar las limitaciones que el muro implicó. La gran expansión vino cuando los caminos de Castilla y Galicia fueron conectados. La construcción de St. Uría provocó que se formara la estación de tren que causó un polémica ya que se talaron grandes cantidades de árboles de roble antiguo, El Carbayón, es el nombre que ha sido adoptado desde entonces para quien se refiriera a personas de Oviedo.

En el siglo XX, Oviedo reflejó las tensiones sociables que afectaron el trabajar en una mina y áreas industriales. Experimentó los Revolución de Octubre de 1934 y fue asediada por 15 mes durante la Guerra Civil. Después de la guerra, el centro de la ciudad se puso más densamente poblado y nuevos vecindarios de trabajo surgieron.

Durante la última década muchas de sus calles en los barrios viejos han sido peatonalizadas y algunas cuadras han sido reorganizadas. Esta operación también ha incluido la instalación de farolas, bancos, macetas.... Así como también muchas fuentes y esculturas. El más reciente proyecto ha sido la construcción de un paso a nivel sobre las líneas del ferrocarril, el Losa, y la fusión del RENFE (tren) y centros de FEVE (ferrocarril de trocha angosta).


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