Tiempo Oviedo

Personajes Famosos de Oviedo

En Oviedo aprendió solfeo con Antonio Fernández Cuevas. Discípulo después de Baldomero Fernández Casielles, de Saturnino del Fresno Arroyo y del organista de la Catedral, Ignacio Ruiz de la Peña, hizo brillantemente la carrera de piano en el conservatorio de Madrid. De 1912 a 1914, recibe en la Schola Cantorum de París las enseñanzas del musicólogo francés Vincent d'Indy; estudia, asiste a conciertos y, sobre todo, se impresiona con la atención que allí se está prestando al conocimiento de la música popular. Cuando regresa a Asturias, se aplica al estudio del folklore musical. Acompañado de los cantantes Cuchichi y María Argüelles, da una serie de conferencias que, por la profundidad y enseñanza que encierran sobre el folklore asturiano en sus aspectos lírico y literario, merecen los mayores elogios. Adeflor pide abiertamente a la Diputación que no permanezcan sin imprimir esas ricas noticias étnicas y líricas que la constancia y el talento del joven Torner ha reunido. En 1916, la Diputación le envía pensionado a Madrid para que pueda investigar en los viejos manuscritos de los archivos las raíces y trayectorias de la música asturiana. Colabora con Menéndez Pidal en el Centro de Estudios Históricos, cuya sección de Musicografía y Folklore llegará a dirigir, y en 1920, también por cuenta de la Diputación, se imprime en Madrid el Cancionero musical de la lírica popular asturiana, que recoge y estudia científicamente quinientas melodías populares. Torner orienta su constante trabajo a la salvación de las reliquias folklóricas que todavía se hallan vivas, así como a la reanimación y transcripción de otras composiciones musicales que yacen dormidas en los archivos desde los siglos XV al XVII sobre las partituras de aquellos romances, canciones y danzas que fueron saboreadas por Fernando de Rojas, Cervantes, Quevedo, Calderón de la Barca o Lope de Vega.

Estas investigaciones e traducen en más de veinte obras y artículos como Colección de vihuelistas españoles del S.XVI. Estudio y transcripción de las ediciones originales. I. Narváez: El Delfín de la Música. 1538, Cuarenta canciones españolas armonizadas, Temas folklóricos: Música y poesía, La escuela activa: el folklore en la escuela, Ensayos sobre estilística literaria española, Ensayo de clasificación de las melodías de romances, etc.

Para el teatro lírico puso Torner música a dos zarzuelas: La promesa y La maragata. De la primera de ellas, estrenada en Madrid en 1928, comentaba "Blanco y Negro": «se ha estrenado con éxito franco una zarzuela de costumbres asturianas, original, de los sres. Dicenta y Escosura, música del joven maestro Eduardo Torner. Es éste un compositor de gran talento y cultura, asturiano y muy conocido por sus estudios folklóricos. Después de haber triunfado en el libro, Eduardo Torner se presenta ante el gran público de los teatros con una zarzuela limpia y noble. La partitura de La promesa responde a la fama -si no dilatada, bien seleccionada- de su autor. Es graciosa, fresca, alegre, sencilla y robustecida por la savia popular».

Exiliado en Londres desde la guerra civil, colabora asiduamente con programas de folklore español en la BBC. Tiene la determinación de regresar a su patria cuando fallece.

Entre los homenajes que en Oviedo se tributaron a su memoria cabe recordar el Discurso que sobre su vida y obra pronunció en 1961 Ángel Muñiz Toca con motivo de su ingreso en el Instituto de Estudios Asturianos; los cinco enjundiosos artículos de Juan Ignacio Ruiz de la Peña, ganadores del concurso convocado por el Ateneo y Radio Nacional en 1967; la redacción por el aludido Instituto, en 1971, del Cancionero musical de la lírica popular asturiana, y la colocación por la Consejería de Cultura, en 1980, de una lápida en la calle de la Regla recordando la casa en que nació el ilustre investigador. En 1966, el Ayuntamiento de Oviedo concedió su nombre a una calle de la ciudad.



Retrato de Felipe V, por Miguel Jacinto Meléndez (c. 1718 - 1722). Óleo sobre lienzo, 82 cm x 62,00 cm Museo del Prado (Madrid).
MIGUEL JACINTO MELÉNDEZ
(1679-25.8.1734).
pintor de Felipe V / Elena María ...

La figura de Miguel Jacinto Meléndez (Oviedo, 1679-Madrid, 25.8.1734) resulta interesante para comprender algunos aspectos de la evolución de la pintura española en el combio dinástico tras la muerte de Carlos II. Todavía pendientes de una revisión historiográfica que valore en su justa medida las aportaciones de los pintores de los reinados de Carlos II y Felipe V, Miguel Jacinto Meléndez es uno de los más destacados representantes de una generación de pintores que, educados estéticamente durante el reinado de Carlos II, desarrollarán su labor durante el reinado de Felipe V, período en el cual la incipiente y novedosa política estética de los Borbones, todavía llena de balbuceos, modifique el panorama artístico hispano. Esta nueva politica impusada por la Monarquía se pondrá de manifiesto con la contratación de prestigiosos artistas extranjeros lo que afectará directamente a los artistas españoles pues con la llegada de estos maestros quedarán relegados a un segundo plano en las preferencias de los monarcas. Aún así, tampoco se deben cargar las tintas sobre este enfrentamiento más allá de la competencia entre pintores y el gusto regio, que marca preferencias y gracias. Y en ésto, también es significativo el caso de Miguel Jacinto Meléndez ya que será uno de los pintores que con sus pinceles y a través de sus numerosos retratos de las personas reales, afianzarán la imagen de la nueva dinastía Borbón entre la sociedad española jugando un papel decisivo desde un punto de vista propagandístico.

El entierro del Conde de Orgaz

Miguel Jacinto Meléndez nace en Oviedo en 1697 siendo hijo del "muestrense" Vicente Meléndez de Ribera y de Francisca Díaz de Luxío. Siendo niño su familia emigró a Madrid donde Miguel Jacinto aprendió el arte de la pintura posiblemente de la mano del pintor José García Hidalgo y en la Academia del Conde de Buena Vista del modo tradicional: copiando estampas y dibujos, luego al natural y, finalmente, copiando cuadros de grandes maestros del siglo XVII.

Durante este período de aprendizaje en la Corte, su hermano, el también conocido pintor Francisco Antonio Meléndez marchará a Italia a aprender permaneciendo allí hasta su regreso en 1717 momento en el que conseguirá la plaza de Pintor Real de Miniaturas en 1725. La descendencia de éste, con el reputado bodegonista Luis Meléndez a la cabeza, constituirá una dinastía de pintores que se adentrará finales del siglo XVIII.

Sabemos que cuando se casa en 1704 con María del Rio, Meléndez ya ha terminado su etapa de formación y se gana la vida como pintor en la Corte fundamentalmente realizando retratos de Felipe V y María Luisa de Saboya (hay localizados más de 22 retratos) en un período en el que la Guerra de Sucesión paraliza cualquier actividad artística cortesana. En este contexto se le nombrará Pintor honorario del Rey sin sueldo el 31 de junio de 1712. Meléndez sólo conseguirá los 720 maravedíes anuales de gajes que conllevaba el cargo en febrero de 1727.

Al finalizar la Guerra de Sucesión la vida de Miguel Jacinto Meléndez sufre importantes modificiones. Así, el 19 de cotubre de 1715, su mujer, María del Río, muere de postparto cinco días después de dar a luz a Julián Joaquín Meléndez. Un año más tarde, el 21 de octubre de 1716 se vuelve a casar con Alejandra García de Ocampo de la que tuvo dos hijas; Josefa María y María Vicenta, esta última muerta siendo niña.

San Agustín conjurando la plaga de la langosta

Su labor pictórica continuará centrada en el campo del retrato de las personas reales. En este campo, la llegada al poder de Luis I implicará un repunte en la actividad de Meléndez ya que se deberán realizar toda una serie de retratos oficiales a nuevo soberano para colocar en las principales instituciones del reino y afianzar su majestuosa imagen como se había realizado anteriormente con Felipe V. En esta labor propagandística Miguel Jacinto Meléndez retratará a lo largo de 1724 en numerosas ocasiones al nuevo monarca. La abdicación de Felipe V en favor de Luis I provocó la necesidad imperiosa de que se divulgase su figura. Así, encontramos hasta cuatro retratos prácticamente idénticos realizados por Meléndez para diversas instituciones del nuevo rey que nos indicarán, de nuevo, su papel fundamental como propagandísta político.

Como ya hemos dicho antes, en febrero de 1727 se le reconocerán los gajes como pintor del rey y será en este momento cuando realice la Serie de retratos de la familia de Felipe V para la Real Librería, fechados en 1727 y que son, sin duda, el conjunto de cuadros más importantes de Meléndez. Por otra parte, esta será la única serie de retratos que realizará por un encargo directo del monarca y con destino al disfrute del propio monarca.

La carrera de Meléndez declinó al no acompañar a la Corte en su traslado a Sevilla donde estuvo desde 1729 a 1733 y al ser monopolizdos los encargos de retratos regios por Jean Ranc y su taller. En los últimos años de su vida, Miguel Jacinto Meléndez se especializó en retratos de nobles españoles (fundamentalmente los dos espléndidos retratos del marqués de Vadillo) y en diferentes ejemplos de pintura religiosa encargado por diferentes congregaciones.

Con una posición económica desahogada y una clientela importante, aunque con el favor real “secuestrado” por Ranc, Miguel Jacinto Meléndez morirá en Madrid el 25 de agosto de 1734 dejando a su viuda e hijos una desagoada posición económica y, sobre todo, lo que no era tan habitual en la época, ninguna deuda.

Fuente:www.josedelamano.com



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